Memoria en el cerebro

Dónde se almacena la memoria en el diagrama cerebral

Los recuerdos nos hacen ser quienes somos. Dan forma a nuestra comprensión del mundo y nos ayudan a predecir lo que vendrá. Durante más de un siglo, los investigadores han trabajado para comprender cómo se forman los recuerdos y cómo se fijan para ser recordados en los días, semanas o incluso años siguientes. Pero es posible que esos científicos sólo hayan visto la mitad del panorama. Para entender cómo recordamos, debemos entender también cómo y por qué olvidamos.
Esta pregunta aún no tiene respuesta. Pero cada vez más investigadores de la memoria están cambiando su enfoque para examinar cómo olvida el cerebro, además de cómo recuerda. “Cada vez se entiende mejor que el olvido es un conjunto de procesos en sí mismo, que debe distinguirse de la codificación, la consolidación y la recuperación”, afirma Anderson. “¿Por qué tenemos memoria? Como humanos, tenemos la fantasía de que es importante tener detalles autobiográficos”, dice Hardt. “Y eso es probablemente completamente erróneo. La memoria, ante todo, está ahí para servir a un propósito adaptativo. Nos dota de conocimiento sobre el mundo, y luego actualiza ese conocimiento”. El olvido nos permite avanzar como individuos y como especie: “La evolución ha logrado un elegante equilibrio entre las virtudes del recuerdo y las del olvido”, dice Anderson. “Se dedica tanto a la permanencia como a la resiliencia, pero también a deshacerse de las cosas que estorban”.

¿qué parte del cerebro es responsable del aprendizaje y la memoria?

¿Los recuerdos se almacenan en una sola parte del cerebro o en muchas partes diferentes? Karl Lashley comenzó a explorar este problema, hace unos 100 años, realizando lesiones en el cerebro de animales como ratas y monos. Buscaba pruebas del engrama: el grupo de neuronas que sirve de “representación física de la memoria” (Josselyn, 2010). En primer lugar, Lashley (1950) entrenó a ratas para que encontraran el camino a través de un laberinto. A continuación, utilizó las herramientas disponibles en ese momento -en este caso un soldador- para crear lesiones en el cerebro de las ratas, concretamente en la corteza cerebral. Lo hizo porque intentaba borrar el engrama, o el rastro de memoria original que las ratas tenían del laberinto.
Lashley no encontró evidencia del engrama, y las ratas seguían siendo capaces de encontrar el camino a través del laberinto, independientemente del tamaño o la ubicación de la lesión. Basándose en su creación de lesiones y en la reacción de los animales, formuló la hipótesis de la equipotencialidad: si se daña una parte de una zona del cerebro implicada en la memoria, otra parte de la misma zona puede asumir esa función de memoria (Lashley, 1950). Aunque los primeros trabajos de Lashley no confirmaron la existencia del engrama, los psicólogos modernos están avanzando en su localización. Eric Kandel, por ejemplo, pasó décadas trabajando en la sinapsis, la estructura básica del cerebro, y su papel en el control del flujo de información a través de los circuitos neuronales necesarios para almacenar los recuerdos (Mayford, Siegelbaum y Kandel, 2012).

Memoria episódica

Algo que ayuda a que un recuerdo sea robusto es que tenga un fuerte contenido emocional: probablemente aún recuerde su primer beso, o dónde estaba cuando se enteró de que un familiar cercano había fallecido. Esto ocurre gracias a la amígdala, que, según estudios de imagen cerebral, se activa con los acontecimientos emocionales. La amígdala potencia la codificación de los recuerdos al aumentar la atención y la percepción, y puede ayudar a la retención de la memoria al provocar la liberación de hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, para aumentar la excitación.
Mientras que los recuerdos de un acontecimiento estresante pueden mejorar, el estrés tiende a tener efectos negativos en el almacenamiento de la memoria de los acontecimientos que coinciden con el estrés, pero que no son su causa directa. El estrés también altera la forma en que nuestro cerebro procesa la información, pasando de un enfoque flexible y holístico a asociaciones más rígidas de estímulo-respuesta. Esto puede cambiar la naturaleza de la memoria almacenada, así como lo que recordamos bajo el estrés.
Una buena analogía para la formación de la memoria es la forma en que el tráfico de personas crea un camino a lo largo de un tramo de hierba. Cuanto más se pisa un trozo de hierba cuando la gente pasa por él, más claro se vuelve el camino y más fácil es seguirlo: es como si se creara una “memoria” de todo lo andado. Lo mismo ocurre en el cerebro. Cuanto más se activa una vía neuronal, más fuertes se vuelven las conexiones sinápticas a lo largo del camino. Entonces, cuando un pensamiento entra en nuestra cabeza -por ejemplo, una playa tropical- recordamos experiencias o conocimientos relacionados, como ponerse crema solar y el tacto de la arena, ya que nuestra mente canaliza nuestros pensamientos a lo largo de vías neuronales bien establecidas.

Memoria de la corteza prefrontal

La memoria es la reactivación de un grupo específico de neuronas, formada a partir de cambios persistentes en la fuerza de las conexiones entre neuronas. Pero, ¿qué es lo que permite que una combinación específica de neuronas se reactive sobre cualquier otra combinación de neuronas?
La respuesta es la plasticidad sináptica. Este término describe los cambios persistentes en la fuerza de las conexiones -llamadas sinapsis- entre las células del cerebro. Estas conexiones pueden fortalecerse o debilitarse dependiendo de cuándo y cuántas veces se hayan activado en el pasado. Las conexiones activas tienden a fortalecerse, mientras que las que no se utilizan se debilitan y pueden llegar a desaparecer por completo.
Una conexión entre dos neuronas se fortalece cuando la neurona A activa sistemáticamente la neurona B, haciendo que ésta dispare un potencial de acción (espiga), y la conexión se debilita si la neurona A no consigue sistemáticamente que la neurona B dispare una espiga. Los aumentos y disminuciones duraderos de la fuerza sináptica se denominan potenciación a largo plazo (LTP) y depresión a largo plazo (LTD).
Cambiar la fuerza de las sinapsis existentes, o incluso añadir nuevas o eliminar las antiguas, es fundamental para la formación de la memoria. Pero también hay pruebas de que otro tipo de plasticidad, que no implica directamente a las sinapsis, podría ser importante para la formación de la memoria. En algunas partes del cerebro adulto, como la importante estructura de la memoria conocida como hipocampo, se pueden crear neuronas completamente nuevas en un proceso llamado neurogénesis. Los estudios realizados en ratones de edad avanzada han demostrado que, al aumentar la neurogénesis en el hipocampo, se puede mejorar la memoria. En los seres humanos, se ha demostrado que el ejercicio aumenta el volumen del hipocampo -lo que sugiere que se están creando nuevas neuronas- y al mismo tiempo mejora el rendimiento en las tareas de memoria.